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El postparto de Patricia

Conocí a Patricia el pasado Septiembre del 2011.  Llegué a su casa y me encontré una mujer joven, con una gran sonrisa y una niña de dos meses en brazos.  Su piel todavía conservaba la blancura de estar recién parida.
En nuestra primera conversación Patricia me dijo que después de dos meses de criar a su hija se había dado cuenta de que necesitaba el apoyo y el acompañamiento de una doula, me lo dijo con la emoción a flor de piel y esa gran sonrisa temblándole en los labios.  Me había escogido porque a parte de doula, también era terapeuta y sentía que tenía mucha necesidad de recolocar cosas con su madre, con su parto, con su hermana, con la madre de su compañero… cosas que ya estaban ahí antes, pero que ahora se estaban removiendo con mucha fuerza en su interior.
La verdad es que nunca antes había tenido una demanda para hacer de doula y terapeuta a la vez. Le expliqué a Patricia que la terapia la llevo a acabo en mi consulta, y el acompañamiento como doula posparto en casa, es diferente y  que muchas mamás quieren ser acompañadas solamente, no que les hagan terapia… pero viendo en su cara el deseo y la necesidad, decidí dejarme llevar por lo que la vida me traía y acepté.  Quedamos en que lo que tendríamos serían conversaciones transformadoras más que terapia propiamente dicha y que lo probaríamos a ver que sucedía…
Patricia tenía las cosas muy claras: la lactancia perfectamente establecida, sus brazos continuamente sosteniendo a su hija, fulares y mochila para llevarla de un lado a otro, colecho, la idea de educarla en casa… el vínculo con su hija estaba bien establecido, claro y transparente.  Sólo había que mirar a Iris para darse cuenta: una niña con una mirada penetrante, clara, con ganas de absorber el mundo, vivaz, despierta, casi diría lúcida, que se comunicaba con unos sonidos guturales que parecía un pájaro cantando.  Los niños del tercer milenio, acompañados de padres del tercer milenio, que son así…
En un primer momento acordamos un acompañamiento de 2 semanas (dos horas por la mañana en días alternos), que se fue alargando hasta un mes y medio. Cada día, cuando llegaba, le preguntaba ¿Qué necesitas hoy? Y ella expresaba su necesidad: charlar, cocinar, pasear, poner una lavadora, llevarme a Iris de paseo para que ella tuviera un ratito para ducharse, barrer el suelo… y lo hacíamos las dos juntas pues a ella le encanta cocinar y cuidar de su hogar, con Iris en brazos, ella o yo, y mientras íbamos y veníamos, cambiábamos pañales te tela, preparábamos un lasaña, o sentadas en el sofá con tu té (yo, ella agua, mucha agua), conversábamos  sobre su parto, sobre la relación con su madre, con su hermana, sobre todas las cosas que necesitaba recolocar en su interior.
Una conversación transformadora para mí es aquella en la que conseguimos ampliar nuestra perspectiva de la situación que estamos viviendo,  aquella que nos permite verla desde otro lugar, desde otro prisma. De manera que la situación inicial se va transformando en algo diferente, toma otro cariz y deja de hacernos sufrir para llevarnos al aprendizaje.  Y así fueron las conversaciones con Patricia.  De pensar que su parto había sido horrible a darse cuenta de que la próxima vez debía afilar más su intuición para escoger a las comadronas que la acompañen. De pensar que ‘no lo había hecho bien’ a darse cuenta de  que lo que necesitaba era pedir más feedback a sus acompañantes para sentir que lo estaba haciendo lo mejor que podía, con lo que sabía. De pensar que había tenido un ‘mal parto’ con un ‘mal final’ a darse cuenta de que fue poderoso y una gran experiencia de aprendizaje con un final más que respetado.
De sentir la distancia con su madre y su hermana a ver que había momentos y situaciones donde sí fluían, y el camino de reencuentro estaba por ahí… De sentirse inexperta con Iris y hacer muchas preguntas a darse cuenta de que la paciencia es la mejor compañera para establecer el vínculo con nuestro bebé y conocer sus ritmos…Y así fueron surgiendo temas y más temas, y versiones diferentes del tema inicial… y su corazón se fue calmando…entre sopas de verduras, sábanas tendidas, lactancia en el sofá y paseos por el parque…
Mi Patricia… Una mujer muy sabia, llena de amor, de fuerza, de tesón, generosa, resolutiva, luchadora, muy consciente de su pasado, con las ideas claras, con planes de futuro… comprometida con su crecimiento como persona y como ser espiritual, un punto jodorowskiana… una mujer con una sonrisa y un corazón que te llegan al alma…

Va por ti.  Gracias por aparecer en mi camino y por todo lo que tú me has enseñado a mí.

Y  EL TESTIMONIO DE PATRICIA…
Me daba pereza escribir este párrafo, porque ahora que Iris se ha dormido es mi momento. Y ya no está Mónica que me da momentos para mí : que se va a pasear a Iris, o me ayuda a colgar la ropa, hacer la compra, o me acompaña con los sentimientos locos que estoy viviendo, que si alegría que si tristeza, que si bronca con mi madre, que si me siento sola, que si quiero estar sola….

Y digo que me daba pereza escribir, porque puedo, porque con Mónica puedes expresar cualquier cosa que sientas por muy loca, inapropiada o incoherente que te parezca y ella está allí para comprenderte, animarte a expresarla, sin juzgarte y acompañándote con ternura en las luces y sombras de la maternidad

Me daba pereza no porque no sepa qué decir sino porque no sé si seré capaz de expresar lo que mejoró mi vida desde que Mónica empezó a acompañarme. Yo no sabía que existían las doulas, pero ahora tengo claro que el mejor regalo que se le puede hacer a una recién mamá es la compañía de una doula con la madurez emocional que tiene Mónica.

Mónica ha sido mi doula, mi niñera, mi madre, mi hermana, mi tribu, mi psicóloga… y ahora mi amiga.

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