De cómo sanar la relación con tu madre puede ayudarte en la crianza de tus hijos
Por Yadday Hermoso.
La relación con nuestra madre es una de las más importantes de nuestra vida y tiene una gran influencia no sólo en nosotras sino también en nuestra descendencia.
Recuerdo que los últimos meses de mi embarazo mientras realizaba la formación en constelaciones familiares y avanzaba en mi proceso personal, pensaba mucho en la importancia de estar en paz con la relación con mi madre y ocupar mi lugar dentro de mi familia (sistema familiar), no sólo por mí, sino también por la importancia directa que esto tenía para mis hijos.
Si integramos y aceptamos lo que viene de nuestra madre, vamos a estar más relajadas y disponibles para acompañar a nuestros hijos durante su infancia. ¿Por qué? porque ya no vamos a estar invirtiendo energía en pedir a nuestra madre más amor, más atención u otra manera de vernos o de tratarnos. Cuando aceptamos que lo que recibimos de ella fue suficiente nos situamos en la vida de una manera más fluida, en nuestro presente y sostenidas por nuestro pasado.
Voy a poner un ejemplo: imagina que acabas de tener un bebé, has decidido darle el pecho y colechar, pero resulta que a tu madre le da mucho miedo que duermas con el bebé ya que ‘es muy peligroso no vaya a ser que le vayas a asfixiar’ y además se va a ‘malacostumbrar y le vas a malcriar y no te lo vas a sacar de la cama hasta que sea adolescente’. Tú te has informado muy bien sobre los beneficios de la lactancia y el colecho para ti, tu hijo y tu familia y te encuentras ante una gran duda, porque tu instinto, lo que quieres y lo que te parece mejor es diferente a lo que tu madre quiere para ti.
Quieres hacerlo pero preferirías que fuera con la aprobación y bendición de tu madre. Es allí cuando surge en ti una gran encrucijada: sí lo haces y tu madre no lo aprueba te sientes incompleta porque te gustaría que ella estuviera contigo en esta decisión que es tan importante, pero sí la complaces o te conectas con su miedo, que no es el tuyo, lo que sucede es que te alejas de ti misma. Un gran dilema, y entonces ¿qué decisión tomar?
Es el momento de tener el coraje y la valentía de ser quienes verdaderamente somos y tomar nuestras propias decisiones.
Es cuando, amorosamente, podemos poner límites a nuestra madre, reconociendo que ella está movida por su propio miedo que tiene que ver con su propia historia, que es la suya y no la tuya. De esta manera dejamos su historia con ella, sin ninguna lealtad invisible que nos siga pesando y nos impida vivir en plenitud.
A partir de aquí llega el momento de establecer nuestros propios valores que conectan con quien somos verdaderamente a la hora de criar a nuestros pequeños.
Se trata de dar ese paso inclusive con culpa al principio, es el precio que pagamos por ser quien verdaderamente somos, de eso se trata crecer y de eso se trata vivir.
Cuando nuestra relación está en el lugar que es, no continuamos esperando que nuestra madre cambie porque no nos gusta su comportamiento ante determinada situación y abandonamos las expectativas de que viva su vida de manera diferente a como lo hace.
Nuestro gran reto es permitir que nuestra madre tenga sus dificultades y respetarla en sus dificultades. Podemos aceptar los miedos de nuestra madre y respetar su historia sin involucrarnos en ella, en lugar de seguir el mandato: ‘Si no estás bien yo tampoco estoy bien por lealtad a ti.’
Cuando aceptamos que lo que recibimos de nuestra madre fue suficiente tal cual y como fue, desde ese lugar podemos conectar con la fuerza en nuestro interior, esa fuerza que nace de nuestro convencimiento de que nosotras sabemos que es lo mejor para nosotras y que nosotras podemos confiar en nosotras mismas.
Lo mejor que podemos hacer por nosotras e inclusive por mejorar y sanar las lealtades invisibles, es hacernos responsables de nuestra vida y de nuestra felicidad, de hecho es la única manera.
Y así cuando sanamos nosotras, como simple consecuencia, estamos abriendo un camino de relaciones más sanas para nuestra descendencia.
Cuando logramos esto, como consecuencia inmediata, podemos estar disponibles para vivir una buena vida y ocuparnos de la crianza de nuestros pequeños, pero desde un lugar sano, donde los acompañamos sin buscar en ellos lo que no recibimos de nuestros padres. Los hijos están bien cuando están libres y se dedican a los suyo, no a acompañar nuestra soledad o nuestros miedos.
Si soltamos a nuestra madre hay posibilidades de que nuestros hijos hagan lo mismo en el futuro y estén más libres y vivan ligeros
Sanar la relación con nuestra madre es el paso más importante para estar verdaderamente presente en la crianza de nuestros hijos, resolviendo nuestros asuntos, damos espacio a una disponibilidad en nuestro presente, así de esta manera le estamos dando una antorcha liviana y con luz a nuestros hijos. Y sí ellos así lo deciden, puede pasar a sus descendientes, y así sucesivamente para que la vida continúe su curso perfecto.
El mejor regalo que puedes hacer a tus hijos es intentar ser mejor persona, estar más feliz con tu vida, posicionarte con lo que te da fuerza e impulsa la vida, y tener la libertad de hacer lo que tu espíritu quiere.
Artículo escrito por Yadday Hermoso, terapeuta en constelaciones familiares especializada en el vínculo madre-hija. www.yaddayhermoso.com
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